Las primeras papillas de tu bebé
Es aproximadamente a los cuatro meses cuando el bebé puede comenzar a tomar alimentos sólidos, es el momento de incluir la papilla de frutas en su dieta, lo que supondrá una enorme contribución de vitaminas naturales y fibra a su alimentación.
Hasta ese momento dar de mamar a los bebés o hacer uso de la leche de sustitución es necesario para que se lleve a cabo la completa formación de su aparato digestivo, con nutrientes y elementos necesarios que sólo contiene este alimento.
Cambiar la alimentación del pequeño no es producto del capricho aleatorio de los padres, sino de las necesidades del niño que va evolucionando en su crecimiento dejando atrás su etapa de bebé. Si continuara con la misma alimentación eso supondría una disminución de los nutrientes que le resultan necesarios para crecer sano.
Necesidad de nuevos aportes nutricionales
Este cambio no es sencillo y requiere de tiempo. En primer lugar es necesario controlar y vigilar la posibilidad de que alguno de los alimentos que tome el niño le genere algún tipo de alergia o intolerancia. Su cuerpo necesita ir acostumbrándose poco a poco a este cambio y es probable que no siempre reaccione de forma positiva.
Para que cuando llegue el momento de comer esto no se convierta en un auténtico sacrificio, es necesario que los padres lo afronten con tranquilidad para transmitírsela al pequeño. De lo contrario, si éste los encuentra nerviosos, su reacción ante el momento de tomar la papilla también puede resultar negativa.
Si se mantiene la alimentación exclusivamente a base de lecha el niño corre un importante riesgo de sufrir desnutrición, por eso es interesante ir alternando, al menos al principio, ambos tipos de alimento.
Lloros y pataletas
Lo normal es que el niño se coja enormes rabietas a la hora de comer, si la situación se hace insostenible será necesario acudir al especialista para que le recomiende algún producto que pueda abrirle el apetito y le ayude a pasar mejor el “trago” de la comida.
Si con los medicamentos recetados por el médico el niño no cambia de actitud y no hay nada que indique que los alimentos que está tomando le sienten mal, lo más probable es que sencillamente el niño no quiera comer y aunque resulte doloroso para los padres, si después de intentarlo en diversas ocasiones no lo consiguen habrá que abandonar la tarea. Cuando el niño tenga hambre no tendrá otro remedio que ceder ante los nuevos alimentos.